Como si estuviéramos en una precuela de Terminator o Matrix,
en la bolsa, las máquinas han tomado el control. Al menos por lo que se refiere
a las operaciones intradía, las que se abren y cierran en una misma jornada. En cada
una de estas operaciones se gana muy poco dinero, unos céntimos por acción en
cada transacción. Pero si se hacen muchas a lo largo del día, y se manejan
millones de acciones, el negocio está claro.
Este tipo de operativa, que se realiza de forma automática
desde un ordenador, se conoce como High Frequency Trading (HFT) o también High
Speed Trading. Según datos de distintas fuentes, el volumen de operaciones
intradía realizado exclusivamente por máquinas está entre el 51 y el 65 % del
total del New York Stock Exchange. En Europa, donde la bolsa es menos volátil,
el porcentaje es menor.
Como los ordenadores que juegan al ajedrez, las máquinas HFT
están programadas a partir de una serie de algoritmos que recogen un sinfín de
variables, desde medias móviles hasta máximos y mínimos, soportes y
resistencias... los mismos datos que usamos los traders en nuestro trabajo
diario, con la diferencia de que ellas calculan a toda velocidad, en
milisegundos. En esto, las máquinas tienen ventaja. Pero, por otro lado, no
saben distinguir. Si están programadas para actuar de una forma determinada
ante una situación, lo harán sin dudarlo; sin sentido común, sin sabiduría, sin
paciencia.
Así, el 6 de mayo del 2010, el Dow Jones cayó un 9 % en unos
minutos, para recuperarse poco después. Esa caída se conoció como el Flash
Crash o el Crash de las 2.45. Ante un pequeño descenso, las máquinas provocaron
una avalancha de órdenes de venta, muchas de ellas a precios absurdos.
Todas están programadas igual y van a una. Así que el
sistema se volvió loco y, durante unos instantes, hubo quien se imaginó la
posibilidad de que todo saltara por los aires en dos minutos, y sin humanos de
por medio.
Después del Flash Crash descendió el porcentaje de High Frequency
Trading en el Dow Jones, el índice del NYSE con mayor visibilidad. ¿Complejo de
culpa? Para nada, simplemente movieron las máquinas a mercados menos visibles,
como el de divisas o de materias primas. Desde entonces, el HTF no ha dejado de
crecer. Así, estos mercados menos visibles han sufrido oscilaciones tan bestias
como las del Flash Crash, pero las cámaras no estaban allí para hablar de
ellas. ¿Es legal, el HFT? De momento, sí. ¿Es ético? Eso ya es otra cuestión.
Algunas agencias y bancos de inversión están ganando un
montón de dinero gracias a las máquinas. Un gran montón. Pero, para mí, la idea
de que miles de personas puedan perder su dinero por la acción conjunta de un
grupo de máquinas... me da más miedo que otra cosa. Por eso la Unión Europea,
con Francia y Alemania a la cabeza, contempla la posibilidad de limitar el HFT
en nuestros mercados. Incluso en Estados Unidos se empiezan a levantar voces en
el mismo sentido.